http://www.youtube.com/watch?v=4D898kG50xQ
David Feinstein, Doctor en Filosofía
(Una versión revisada y condensada de este artículo apareció en la edición de
Enero 2005 de Psychotherapy Networker.):
Resumen: Este artículo introduce
a los profesionales de la salud que trabajan con problemas psicológicos al nuevo
campo de la psicología energética. Provee un panorama de este ámbito, cubriendo
los conceptos y procedimientos básicos. Tiene la intención de dar al lector una
base para evaluar este nuevo paradigma. Se presenta la investigación y la
evidencia clínica en la que se basa la eficacia clínica y se tratan los
mecanismos neurológicos verosímiles. El artículo brinda una breve historia de
este campo, menciona los diferentes protocolos de la psicología energética,
trata de las indicaciones y contraindicaciones de las aplicaciones clínicas y
demuestra un protocolo clínico estándar por medio de la presentación de cuatro
estudios de casos.
Cuando James Reston, un reportero del New York Times que acompañaba a Henry
Kissinger en una visita a la China comunista en julio de 1971 sufrió un agudo
ataque de apendicitis, los médicos chinos practicaron una operación de
emergencia para extraer el apéndice de Reston. Sus dolores abdominales
postoperatorios fueron tratados con éxito con acupuntura, que constituye un
procedimiento de rutina en muchos hospitales chinos. La publicidad que rodeó al
tratamiento de Reston, inclusive una carátula en el Times, se le atribuye el
abrir las mentes occidentales a la práctica de acupuntura. Hoy en día, la
Academia Norteamericana de Acupuntura Médica tiene más de 1600 miembros médicos
y la Organización Mundial de la Salud enumera más de 50 afecciones para las
cuales se piensa que la acupuntura es efectiva.
Desde principios de los 1980s, los profesionales en salud mental occidentales
han estado desarrollando protocolos para aplicar los principios de acupuntura a
los problemas psicológicos (Gallo, 2004), basados inicialmente sobre el trabajo
del psicólogo de California Roger Callahan y el psiquiatra australiano John
Diamond. Los puntos de acupuntura pueden ser estimulados para obtener un efecto
terapéutico por medio de agujas o de calor, pero también se ha comprobado que
producen resultados terapéuticos algunos procedimientos menos invasivos como el
tapping o el masaje de los puntos en la superficie de la piel. Esto
permite disponer de una gama más amplia de terapeutas que utilizan este enfoque
y permite que los clientes auto-administren esos métodos en sus casas, junto con
la terapia.
Dado que la estimulación de los puntos de acupuntura produce un cambio físico
alterando la actividad eléctrica del cuerpo (Cho et al., 1998), los distintos
protocolos de salud mental que utilizan los puntos de acupuntura (tales como “La
Terapia del Campo del Pensamiento”, "Las Técnicas de Liberación Emocional”, y
los "Métodos de Diagnóstico y Tratamiento Energéticos”) se conocen
colectivamente como “psicología energética”. Los protocolos de psicología
energética combinan generalmente la estimulación de áreas de respuesta
electromagnética especial en la superficie de la piel (Voll et al.,1983) con
métodos de Terapia Conductual Cognitiva, incluyendo la utilización de imágenes,
auto-afirmaciones y estimaciones subjetivas del malestar.
Hay pocos enfoques de tratamiento que hayan originado más escepticismo en la
comunidad terapéutica que aquellos planteados por la psicología energética. Los
casos de curas casi instantáneas y duraderas de problemas recalcitrantes,
utilizando métodos que parecen absurdos e inexplicables han despertado
escepticismo en casi todos los clínicos que los enfrentan por primera vez. Al
mismo tiempo, un creciente número de terapeutas que representan una amplia gama
de formación teórica han sido capacitados en estos métodos (la Asociación para
la Psicología Energética Integral, por ejemplo, tiene más de 600 miembros
profesionales, ver http://energypsych.org/) y han descubierto que, aunque el
mecanismo de cambio resulte misterioso, el enfoque puede alcanzar resultados
poderosamente sorprendentes con algunos problemas.
En realidad, los mecanismos por los cuales el procedimiento básico – hacer
tapping en puntos específicos sobre la piel, mientras mentalmente se
activa una respuesta emocional disfuncional – puede no ser tan incomprensible
como parece al principio. La psicología energética puede funcionar al producir
cambios neurológicos en el cerebro, que funcionan en gran parte en la misma
forma que la formación en neuroretroalimentación, un tratamiento que está siendo
cada vez más utilizado en problemas que van desde inhabilidad de aprendizaje
hasta desórdenes de ansiedad y desde la depresión hasta las adicciones(Evans
& Abarbanel, 1999). A diferencia de la medicación psiquiátrica, que cataliza
los cambios a través de sus efectos en la bioquímica del cerebro, tanto las
técnicas de psicología energética como la capacitación en neuroretroalimentación
han demostrado originar cambios en los patrones de ondas cerebrales y esos
cambios corresponden con una reducción de los síntomas (para ver imágenes
digitalizadas de electroencefalogramas tomadas antes y después de los
tratamientos con psicología energética, visiten:
http://www.innersource.net/energy_psych/epi_neuro_foundations.htm).
La diferencia entre los dos enfoques es que la neuroretroalimentación se basa
en la instrumentación científica, mientras que la psicología energética no lo
hace. A pesar de que esto vuelve a la psicología energética más rápidamente
accesible, quizás hace que la formación en neuroretroalimentación resulte más
agradable para la comunidad profesional. Además, las explicaciones utilizadas en
psicología energética para informar sobre los resultados del tratamiento de que
se trata caen fuera de nuestros paradigmas familiares. Si tratamos de
comprenderlos en términos de los mecanismos explicativos convencionales, tales
como ‘insight’, reestructura cognitiva, actividades mentales focalizadas,
recompensa y castigo, o el poder curativo de la relación terapéutica, parecen no
tener sentido. Pero si examinamos los cambios electroquímicos del cerebro que se
logran estimulando eléctricamente ciertos puntos inductivos de la piel, comienza
a emerger una imagen coherente.
Estudios de investigación han demostrado que los puntos de acupuntura tienen
mayor respuesta eléctrica que otras áreas de la piel (que tienen 20 ó 30 veces
más resistencia eléctrica). Los estudios han indicado también que los puntos de
acupuntura tienen una mayor concentración de receptores sensibles a la
estimulación mecánica. En psicología energética, se estimula un grupo de puntos
de acupuntura, habitualmente haciendo tapping en ellos mientras
mentalmente se activa una respuesta emocional disfuncional. El tapping
sobre ciertos puntos de acupuntura envía señales al cerebro (Cho et al., 1998),
y esas señales parecen ser similares a las producidas por el uso más tradicional
de las agujas. Diversos estudios han demostrado que la estimulación de puntos
seleccionados de acupuntura modula la actividad del sistema límbico y de otras
estructuras cerebrales que están relacionadas con experiencias de miedo y de
dolor (Hui et al., 2000).
Las hipótesis más promisorias con respecto al mecanismo neurológico por el
cual la psicología energética logra sus efectos, pienso que fue propuesta por
Joaquín Andrade, un físico que trabaja sobre temas de ansiedad y otros
desórdenes psiquiátricos y que también ha utilizado la acupuntura en su práctica
por más de 30 años. Andrade estudia las consecuencias de activar una memoria
perturbada mientras se envían impulsos eléctricos a zonas de respuesta del
sistema límbico por medio de la estimulación acupuntural (Andrade &
Feinstein, 2004). Al igual que Joseph LeDoux’s (Nader et al., 2000) el programa
de investigación del Centro de Ciencia Neural de NYU ha demostrado que cada vez
que se trae un recuerdo amedrentador a la mente, las conexiones neurales entre
esa imagen de miedo y la respuesta emocional pueden ser aumentadas o
disminuidas. La memoria se vuelve lábil cuando es reactivada y por lo tanto
susceptible de ser neurológicamente consolidada en una nueva forma - su poder
emocional, ya sea reforzado o disipado en el proceso. En los tratamientos con
psicología energética, puede ser que la habilidad establecida que tiene la
acupuntura para desactivar zonas del cerebro que están involucradas con
experiencias de miedo y de dolor aparentemente tome el mando durante ese momento
de “plasticidad neural”.
Poniendo los métodos a prueba en público
Yo supe que existía la psicología energética cuando estaba tomando un
sabático después de 30 años de práctica en psicología clínica. Estaba haciendo
una gira extendida de enseñanza, asistiendo a mi esposa, Donna Eden, cuyo libro
sobre medicina de energía la había llevado a la notoriedad. Algunos de sus
estudiantes eran psicoterapeutas que ya utilizaban la psicología energética.
Dado que yo era un psicólogo que además estaba involucrado con la medicina de
energía, ellos pensaron que yo era muy versado en psicología energética, que es
una subespecialidad de la medicina de energía, en el sentido de que la
psiquiatría es una subespecialidad de la medicina. Yo no lo era. En realidad, la
primera vez que vi el enfoque que se utilizaba – curando una fobia altamente
severa en veinte minutos – yo no podía creer lo que veía y sentía escepticismo
respecto a que este método extraño fuera realmente el que producía ese
sorprendente resultado. Tampoco a esa altura de mi carrera yo tenía un especial
interés en emprender una manera totalmente nueva de trabajar. De todas maneras,
como yo continuaba siendo testigo de los sorprendentes resultados que se
obtenían con la utilización de esas técnicas, yo quería capacitarme para
producir el tipo de resultados que estaba viendo. Me inscribí en un programa de
capacitación intensiva con certificación, esperando poder dominar ese enfoque.
Dado que los procedimientos en sí mismos son en realidad bastante mecánicos, si
se comienza con una base clínica sólida, resultan sorprendentemente fáciles de
aprender.
Yo todavía me encontraba haciendo el recorrido extendido de enseñanza en el
momento en que terminé los requerimientos de práctica y me califiqué para
presentar esta técnica a los clientes, así que comencé a hacer mis propias
demostraciones durante los talleres. En esa época, yo conocía personalmente
docenas de respetables y altamente capacitados terapeutas que estaban aplicando
estos métodos en sus prácticas propias. Aun así – como psicólogo diplomado que
todavía no podía explicar en forma persuasiva por qué estas técnicas funcionaban
– me sentía más que incómodo al encontrarme haciendo algo así como una medicina
sensacionalista que ya había impresionado a muchos profesionales (incluyéndome a
mí) como no mucho más creíble que los espectáculos de un circo. Pero nada es más
exitoso que el éxito y las demostraciones que yo hacía con estos métodos -
bastante típicas de las experiencias de la cada vez mayor cantidad de terapeutas
que los utilizan – parecían sorprender a mis audiencias, tanto como me habían
sorprendido a mí la primera vez que los vi. Los informes que siguen describen
las primeras tres sesiones que yo llevé a cabo en estas demostraciones públicas.
Las elijo no porque sean particularmente inusuales o extraordinarias dentro de
la práctica de psicología energética, sino más bien porque ilustran algunos de
los elementos comunes e importantes de este enfoque.
Miedo a las alturas
Para mi primera presentación, yo pedí un voluntario que tuviera un miedo
irracional. Los métodos pueden aplicarse a una amplia gama de diagnósticos, pero
los tratamientos de las fobias se prestan particularmente bien para las
demostraciones, pues los resultados se pueden comprobar de inmediato. Nancy,
enfermera con un miedo a las alturas de toda la vida, se ofreció como
voluntaria. Durante una breve entrevista personal, ella afirmó que había estado
incómoda con las alturas durante toda su niñez, pero había contraído una fobia
intensa a los lugares altos desde un incidente que ocurrió cuando un grupo de su
liceo hizo una gira por Europa durante un verano. Mientras estaban en Dover,
Nancy había juntado valor para llegar hasta el borde y mirar los famosos White
Cliffs (Acantilados Blancos). En ese momento, el profesor que supervisaba al
grupo se acercó por detrás de ella y “jugando” la empujó hacia delante. A pesar
de que obviamente él la contuvo antes de que ella pudiera caer, su broma
despertó una fobia muy severa que persiguió a Nancy por casi veinte años.
El salón de reuniones en el cuarto piso de un hotel donde estábamos
trabajando tenía una terraza y un balcón que daban al océano. Con una cámara de
video que grababa la sesión y un grupo de estudiantes que observaba la
experiencia, hice que Nancy caminara hacia el balcón. Ella trató de caminar
hasta alrededor de 2,50m del borde y después cuando estaba a alrededor de 1,70m
del borde, ella dio la impresión de haber chocado con una pared invisible. No
podía dar el paso siguiente. El video muestra que ella comenzó a temblar y a
transpirar. Ella dijo que estaba luchando contra una sensación de ser arrastrada
hacia delante mientras se acercaba al borde del balcón. Treinta minutos después,
el video muestra como ella camina tranquilamente hasta el borde, se apoya en la
baranda y con una mezcla de shock, sorpresa, triunfo e incredulidad, ella dice
respecto a su prolongado terror a las alturas: “¡¡¡Se fue!!!”. Cuatro días
después, combinamos una prueba en un balcón de un penthouse en el piso 17. En la
filmación, ella aparece eufórica e informa que lo primero que le sucede al
encontrarse en el borde de un balcón es que disfruta de la vista.
¿Qué pasó en esos treinta minutos? Primeramente, conduje a Nancy a un
“balance de energía” rápido y general. Esta rutina, que parece una combinación
de yoga y digitopuntura, está diseñada para establecer una receptividad
neurológica para las técnicas más enfocadas que siguen. Entonces, le pedí a
Nancy que evaluara en una escala de 0 a 10 la dimensión del susto que sentía
cuando pensaba en acercarse al borde del balcón. Era un 10. Tuve una
conversación con ella para identificar cualquier conflicto interno que pudiera
tener para superar su fobia y también utilicé una “prueba de energía” para
examinar esta cuestión en una forma diferente. Las pruebas de energía (también
conocidas como pruebas musculares), que son derivadas del campo de la
kinesiología aplicada, están diseñadas para evaluar la energía que fluye a
través de canales establecidos (que los acupuntores llaman meridianos)
calculando la fuerza relativa en el músculo asociado con ese canal. Cuando el
cliente está sufriendo un conflicto interno sobre el tratamiento, el flujo de
energía a menudo se perturba, debilitando al músculo y permitiendo detectar la
perturbación de la energía cuando se hace presión en el músculo.
Habitualmente el tratamiento no progresa bien hasta que esos conflictos se
resuelven. Nancy se sintió confundida pues muy pronto fue evidente que en un
nivel ella no quería superar la fobia porque si lo hacía, no tendría más razones
para seguir alimentando su resentimiento con el profesor de liceo desde que
sucedió aquel incidente. El tratamiento utilizado en psicología energética para
este tipo de conflictos es muy sencillo. Se formula una afirmación que se dirige
a ambos lados (por ejemplo: “Aunque no quiero superar este resentimiento, elijo
saber que ahora puedo liberarme de él”) mientras se masajean puntos específicos
del cuerpo que se sabe que liberan energías bloqueadas. Esto parece resolver el
conflicto, por lo menos hasta el punto de que ya no interfiere con el progreso
del tratamiento.
Entonces empezamos con la primera parte de un protocolo básico de psicología
energética. Mientras repetía la frase disparadora “miedo a las alturas” en cada
punto de acupuntura, Nancy hizo tapping en diez puntos
pre-seleccionados, cada uno durante unos segundos. Esta secuencia tomó menos de
un minuto y fue seguida por una breve serie de actividades —tales como
movimientos de ojos, canturrear y contar – que están destinados a activar y
balancear los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro simultáneamente. Esto
fue seguido por otra vuelta de tapping en la cual Nancy continuó
activando mentalmente el problema al repetir la frase recordatoria. Estas tres
secuencias constituyen el protocolo. Cuando lo hizo le pedí nuevamente a Nancy
que evaluara su malestar al pensar que estaba cerca del borde del balcón. Había
bajado a un 6. Se repitió el protocolo. Ahora su nivel de malestar cuando
pensaba en estar cerca del borde del balcón bajó a un 2. Después de una vuelta
más, bajó a 0.
En este punto, se utilizó un procedimiento que ayuda a afirmar los progresos.
Se le pidió a Nancy que se visualizara a sí misma yendo hasta el borde del
balcón sin experimentar ningún miedo, mientras, al mismo tiempo, usaba un
protocolo de tapping similar. Después que en su imaginación pudo
experimentar la deseada ecuanimidad al enfrentar la altura, fue invitada a salir
al balcón nuevamente. Esta vez, ella caminó hasta la baranda sin dificultad
aparente. En un seguimiento de dos años, Nancy ha venido informando que su miedo
a las alturas no volvió. En realidad, ella contó que tuvo una experiencia
difícil al volar en un pequeño avión que entró en turbulencia. Otros pasajeros
gritaban y vomitaban, según contó ella en un correo electrónico. “Antes de
nuestro trabajo juntos, esto hubiera resultado intolerable, pero yo permanecí
calma y centrada.”
Miedo a las serpientes en Sudáfrica
La segunda vez que demostré un enfoque de psicología energética en público,
fue en uno de mis propios talleres. Yo estaba dando un curso de seis días a
residentes en Sudáfrica. Muchos de los participantes eran líderes de sus
comunidades que habían venido a aprender sobre las creencias inconscientes y las
motivaciones que forman la vida de las personas e impactan a la comunidad. Al
cerrar la primera noche, uno de los participantes confió al grupo que ella tenía
terror de las serpientes y tenía miedo de caminar por la zona de césped que
separaba la sala de reuniones de su gabinete, a unos 33 metros de distancia.
Algunos participantes ofrecieron acompañarla. Sintiendo que se la podía ayudar
rápidamente a superar esa fobia, yo pensé que esto podía llevar a una
presentación convincente de la psicología energética a la clase. Arreglé – con
su tenso pero confiado permiso – que un guía de la reserva de caza donde se
estaba realizando el taller trajera una serpiente a la clase a las 10 a.m. de la
mañana siguiente.
Dispuse las sillas de manera de que la serpiente y su manipulador estuvieran
a 6 metros y medio de ella, pero dentro de su campo visual. Le pregunté qué le
parecía tener una serpiente en la habitación. Ella respondió: “Estoy bien
mientras no la mire, pero tengo que decirle a usted que salí de mi cuerpo hace
dos minutos”. Ella se estaba disociando. En menos de media hora, utilizando
virtualmente los mismos métodos que utilicé con Nancy, ella pudo imaginarse que
estaba cerca de la serpiente sin sentir miedo de ella. Le pregunté si le
gustaría acercarse a la serpiente, todavía ubicada del otro lado de la
habitación. Mientras se aproximaba a la serpiente, parecía confiada. La
confianza pronto se convirtió en entusiasmo, mientras comenzó a hacer
comentarios sobre la belleza de la serpiente. Le preguntó al manipulador si la
podía tocar. Con vacilaciones, pero triunfante, lo hizo. Dijo que estaba
totalmente presente en su cuerpo. Un par de días después, ella se unió al grupo
en una caminata por la naturaleza. Cuando volvió el grupo, alguien le preguntó
si salir al bosque le había resultado difícil, dado su miedo a las serpientes.
Una mirada sorprendida se presentó en su rostro. Ella no había pensado en
serpientes ni una sola vez durante toda su caminata. Su miedo de toda una vida
se había evaporado y cuando hice una consulta de seguimiento seis meses después,
no le había vuelto más.
Claustrofobia
Mi tercera experiencia con una demostración pública de la psicología
energética fue con una mujer de 37 años que había sufrido un infarto siete años
antes y había desarrollado una fobia debilitante poco después de su infarto. La
habían colocado en una máquina de MRI, le dio miedo, comenzó a tener un ataque
de pánico y después quedó dominada completamente por el terror. Desde entonces,
se había vuelto claustrofóbica, hasta el punto de que no podía dormir con las
luces apagadas ni debajo de una frazada, no podía manejar para atravesar un
túnel y no podía entrar en un ascensor. Por otra parte, al resultar enormemente
inconveniente, esto le hacía perder la confianza mientras trabajaba para
recuperar el habla. En 20 minutos, utilizando el mismo protocolo descrito en los
dos ejemplos precedentes, su ansiedad al pensar en que le hacían un MRI bajó de
10+, en una escala de 0 a 10, a un 0. La mejor manera que pude imaginar de
ponerla a prueba fue de pedirle que volviera a su habitación del hotel y se
introdujera en el guardarropa. Durante la pausa, ella fue al guardarropa y su
compañera de habitación apagó las luces. Ella permaneció allí durante 5 minutos,
sin ansiedad. Cuando volvió para informar al grupo lo que había sucedido, dijo
que el único problema es que “le resultó aburrido”. El resto del grupo estaba
sorprendido. Esa noche durmió con la luz apagada y debajo de su ropa de cama por
primera vez en siete años. Su compañera estaba eufórica.
Seis semanas después de esta única sesión, llegó el correo electrónico
siguiente: "¡No van a poder creer esto! La mayor prueba de todas las pruebas de
claustrofobia me sucedió a mí. Me quedé atascada en un ascensor, sola, durante
casi una hora. Antes, me hubiera vuelto loca y hubiera bajado la puerta a
arañazos, pero me mantuve calma y me senté en el piso y esperé pacientemente que
llegaran los hombres encargados de hacer la reparación… ¡¡Fue una confirmación
sorprendente de que ya no soy claustrofóbica!! Gracias. Gracias.”
Traducido por Dalila Milicúa
Continuación
¿Es verdaderamente así de simple?
O sea, ¿es verdaderamente así de simple? Sí y no. Si esos tres casos son
representativos, como yo lo creo, esto indica que para las fobias simples un
tratamiento relativamente mecánico que no depende en la comprensión puede hacer
superar la fobia de forma rápida y definitiva (Wells et al., 2003). La
experiencia clínica sugiere además que el protocolo básico también funciona con
fobias más complejas, aunque se requiere mayor maestría terapéutica (Feinstein,
2004). Por ejemplo, si un cliente presenta un miedo a conducir que se desarrolló
a raíz de un accidente automovilístico y el protocolo básico no logra reducir el
temor, el terapeuta ha de indagar otro tipo de experiencias que puedan tener una
relación psicológica. Si por ejemplo la persona resultó herida en un accidente
de esquí cuando era pequeña y el trauma no resuelto de aquella experiencia se ha
activado a consecuencia del suceso reciente, el accidente de esquí será el tema
central del tratamiento. Si las experiencias contribuyentes se basan en
dificultades con los padres u otras dificultades interpersonales, el tratamiento
puede volverse bastante complejo con rapidez; de hecho, la mayoría de los
terapeutas de psicología energética integran los métodos de campo en los
enfoques que usan.
¿Y qué hay sobre otros temas que no sean las fobias? Entre 1988 y 2002, un
equipo de 36 terapeutas de 11 centros de tratamientos asociados en Uruguay y
Argentina localizó más de 29.000 pacientes psiquiátricos que recibían
tratamiento con un protocolo que utilizaba la estimulación de los puntos de
acupuntura. Además de un 70% estimado de mejora general y varios sub-estudios
informales que sugieren que los tratamientos con psicología energética
produjeron resultados significativamente mejores que los tratamientos
convencionales en una variedad de enfermedades, las encuestas sistemáticas
realizadas con los terapeutas identificaron los trastornos con los que los
tratamientos con psicología energética parecían más eficaces y con cuáles no. En
general los profesionales indicaron que las intervenciones con psicología
energética eran más eficaces con trastornos por ansiedad, depresión reactiva y
muchas de las dificultades emocionales de la vida diaria (desde el miedo y la
rabia injustificados a sentimientos intensos de culpa, vergüenza, aflicción,
celos o rechazo). Al parecer no resultaban tan eficaces con trastornos más
arraigados biológicamente, como la depresión endógena, los trastornos bipolares,
los trastornos de personalidad, el delirio o la demencia. En el caso de los
trastornos por ansiedad, la impresión uniforme de los profesionales era que
ninguna otra modalidad de tratamiento disponible (incluyendo la terapia
cognitivo-conductual combinada con medicación si era necesario) resultaba tan
rápida, potente y duradera (Andrade & Feinstein, 2004).
No intento sugerir que la investigación científica ha demostrado la eficacia
del acercamiento energético, puesto que, aunque los resultados iniciales como
los de los estudios de Sudamérica son alentadores, la investigación está aún en
su fase preliminar. Por otro lado, los acercamientos energéticos no poseen
efectos colaterales conocidos, parece que alivian el sufrimiento causado por una
variedad de afecciones psicológicas con una rapidez y potencia inusual, y siguen
logrando partidarios de entre una amplia gama de profesionales.
De hecho es difícil mantener un escepticismo inquebrantable ante los
resultados concretos que se obtienen una y otra vez en la propia clínica.
Vivimos en tiempos de ansiedad endémica y la psicología energética nos ofrece
unas herramientas indudablemente únicas y posiblemente sin precedentes en cuanto
a su eficacia, en particular por su capacidad para aliviar el sufrimiento de
gente relativamente “normal” con síntomas reales y dolorosos a pesar de ello.
Dado que estos métodos pueden ser aplicados inmediatamente por uno mismo en
situaciones que evocan una respuesta emocional inadecuada, a menudo el cliente
siente que le dan una enorme confianza en sí mismo; y puesto que los
profesionales pueden aprender esos métodos con relativamente poco estudio
adicional o riesgo, hacer que al menos los prueben nuestros clientes parece un
paso obvio para permanecer en la vanguardia.
COMENTARIO de Jay S. Efran, Ph.D. (Doctorado en filosofía)
Como la mayoría de los escépticos, en el fondo lo que deseo es creer; tal vez
es por eso que, siendo un niño, hice tanto esfuerzo por aceptar la explicación
de mis padres sobre cómo Santa Claus lograba manifestarse a la vez en dos
lugares diferentes. Por eso mismo, cuando leo la apasionante descripción de
Feinstein sobre la psicología energética, siento el deseo de ofrecerle el
beneficio de la duda a este enfoque. Aunque no tiene investigación que lo
respalde y carece de una teoría lógica convincente, ¿por qué no experimentar con
este procedimiento que parece inofensivo, fácil de aprender y puede que produzca
resultados tan maravillosos como los que describe Feinstein?
Lo ideal sería que los profesionales fuésemos capaces de relajarnos y esperar
a que los experimentos controlados desvelasen su veredicto respecto a todas
estas ideas incipientes, pero por desgracia no es así como funciona. Por
ejemplo, incluso después de una década entera de investigación, aún desconocemos
qué elementos (si es que hay alguno) de la terapia dialéctica conductual de
Linehan son fundamentales para que tenga éxito. La cruda realidad es que la
investigación empírica rara vez proporciona el tipo de orientación práctica,
detallada y a tiempo que necesitan los profesionales. Es más, en las
tribulaciones de la consulta diaria, incluso los que adhieren a los modelos muy
investigados, como por ejemplo la terapia cognitivo-conductual, acaban
inventando técnicas híbridas que están muy lejos de los protocolos simples y
llanos que se probaron en estudios “en ambientes propicios” con muestras de
clientes exclusivos.
Puesto que seguirán surgiendo nuevos métodos a un ritmo que supera la
investigación formal, tenemos que improvisar formas de hacerle frente a este
aluvión constante de nuevas técnicas y teorías atractivas. Mi propia estrategia
es escuchar atentamente las habladurías profesionales y, cuando se han extendido
lo suficiente, inicio mi propio “estudio de campo”. Por ejemplo, cuando el rumor
sobre la terapia del campo de pensamiento (TFT), un acercamiento energético que
menciona Feinstein, alcanzó su punto culminante, me organicé para acudir a uno
de los talleres de Roger Callahan sobre ese tema y escuchar su cinta con
ejemplos. Después, habiendo adquirido una descripción detallada que me facilitó
el investigador Charles Figley de la universidad del Estado de Florida, reuní el
valor para probarlo con algunos de mis clientes. Logré engatusarlos para que
hiciesen tapping en varias partes de su cuerpo y que tarareasen
“cumpleaños feliz”, pero los resultados fueron decepcionantes; así que esto,
junto con mis serias reservas sobre la teoría, me convencieron para que lo
dejase de lado.
Al cabo de unos años decidí que la terapia de los movimientos oculares de
desensibilización y reprocesamiento (EMDR por sus siglas en inglés) merecía un
poco más de atención, a pesar de que creía que las teorías seudo-neurológicas
sobre cómo funcionaba no tenían ningún sentido; por lo tanto, fui a una charla
de Francine Shapiro, leí su libro y leí con detenimiento los artículos de
investigación temprana, los pros y los contras. Finalmente me inscribí en un
curso de EMDR. Mi entusiasmo flaqueó cuando, en el curso de formación, entreví
cómo se percibían los procedimientos desde el punto de vista del cliente; me
pareció (al igual que a algunos de mis colegas de formación) que los resultados
se podrían atribuir al hecho de que se le pedía al cliente que se centrase en
varias tareas simultáneamente. No obstante, al finalizar el curso agité mis
dedos sin cuestionar ante unos cuantos clientes para ver qué pasaba y, una vez
más, los resultados fueron insignificantes, por lo que dejé de mencionar
“tratamientos con EMDR” en mi tarjeta de visita.
A medida que he ido explorando varias técnicas me he vuelto más y más
desconfiado de los resultados que se obtienen en las demostraciones públicas; es
por eso que desearía que Feinstein hubiese informado sobre su trabajo con casos
clínicos reales en lugar de con voluntarios en talleres. Mis reparos comenzaron
en los años 60, cuando participé en un acercamiento energético anterior llamado
proceso de re-evaluación (RC por sus siglas en inglés). El proceso de
re-evaluación es un método basado en la catarsis que fue creado por Harvey
Jackins, un ex-organizador sindical de Seattle. La mayor revelación de Jackins
fue que, si lograba que los individuos “se descargasen” en conexión con patrones
de angustia “mal guardados”, se liberarían automática y rápidamente de temores y
ansiedades del pasado que se habían grabado sin procesar. Además, llorar, reír o
tener pataletas en las condiciones adecuadas supuestamente restauraba la energía
natural del individuo y le permitía acceder sin esfuerzo al inmenso manantial de
la inteligencia humana. Las demostraciones públicas que Jackins dio de estos
métodos eran excitantes; solía invitar a un voluntario tímido y titubeante a que
subiese al escenario y, en cuestión de instantes (a veces en unos segundos), el
sujeto se ponía a sollozar o temblar mientras que “se descargaba” del miedo y se
desternillaba con ataques de risa. Después de eso su cara estaba radiante, tal y
como había predicho Jackins. Muchos de los que fuimos testigos de estos sucesos
nos convertimos en adeptos al instante. Más adelante, cuando conocí
personalmente a algunos miembros de la comunidad de practicantes me di cuenta
que aquellas demostraciones no revelaban todo lo que había detrás.
Primero descubrí que el brillo de la “descarga” duraba poco; más que
“curarse” durante tales demostraciones, los clientes de RC se solían convertir
en adictos a la descarga y buscaban una nueva “dosis” de catarsis todas las
semanas; al parecer, el cúmulo de “energía emocional” que tiene que “ser
liberada” era un pozo sin fondo. También aprendí que es muchísimo más fácil
crear un dramático “avance” cuando hay público mirando que en una sesión
privada. Uno de los primeros en hacerlo notar fue T. X. Barber, un famoso
investigador de hipnosis, que indicó que los hipnotizadores en público provocan
efectos sorprendentes que investigadores serios encuentran difíciles de replicar
en laboratorio; en otras palabras, el contexto influye y actuar como un pato es
más fácil en unas circunstancias que en otras. Es como si el voluntario se
convirtiese en un actor de teatro, obligado a representar su papel y (si es
posible) tener fe en los resultados.
Los testimonios públicos pueden ser igualmente engañosos. Por ejemplo, una
señora que trabajó directamente con Jackins en Seattle y era una de sus
seguidoras más fervientes, más adelante admitió ante algunos amigos cercanos que
estaba más deprimida que nunca y que “en secreto” había buscado la ayuda de un
terapeuta tradicional fuera de la comunicad de practicantes de RC. A otros
clientes de RC que tenían dudas se les dijo que eso era un aspecto previsible de
sus patrones “crónicos” y que lo mejor era tratarlas con más sesiones.
He de añadir que la diferencia entre patrones “crónicos” y “latentes” con el
tiempo se volvió un aspecto central de la teoría de RC. Los patrones “crónicos”
eran los que no respondían tan fácilmente a la mera “descarga”; para su
erradicación se precisaba mayor perseverancia y el empleo de protocolos más
avanzados. Me doy cuenta que Feinstein hace una distinción parecida entre
“fobias simples” y los casos que precisan “mayor maestría terapéutica”. De
hecho, todos los enfoques energéticos o relacionados con la energía que conozco,
incluyendo EMDR, parece que comienzan con una fórmula terapéutica simple que con
el tiempo se incrementa con protocolos adicionales que demandan una formación
terapéutica más avanzada y más sesiones con los clientes; lo que es más, la
proporción entre casos simples y complicados parece que varía con el tiempo: se
reducen los primeros y aumentan los segundos. Uno se pregunta si, con el tiempo,
todos estos enfoques no se convertirán en esencia en las formas de terapia
tradicional que intentan reemplazar.
RESPUESTA DEL AUTOR
Agradezco que Jan Efran haya demostrado que las nuevas terapias tienen que
ser evaluadas con sabiduría y creatividad hasta que se disponga de valoración
empírica decisiva. Me entusiasma menos su conclusión – basada en observaciones
sobre las afirmaciones engañosas que acompañan a muchas de las nuevas terapias y
un poquitín de “estudio de campo” personal - de que la psicología energética es
más la parafernalia de siempre que un nuevo paradigma y que lo asocie con la
desacreditada terapia de los procesos de re-evaluación de Harvey Jackins. No
obstante, a diferencia del enfoque de Jackins y en realidad con mucho más en
común con la terapia de la dialéctica conductual (a la cual Efran considera una
modalidad eficaz), los terapeutas que realizan “pruebas de campo” en psicología
de la energía son de considerable prestigio, informan de resultados firmes a lo
largo del tiempo en condiciones clínicas complejas y su número sigue aumentando
al cabo de más de dos décadas desde que se presentó el enfoque por primera
vez.
Efran concluye preguntándose “si, con el tiempo, todos estos enfoques no se
convertirán en esencia en las formas de terapia tradicional que intentan
reemplazar”; pero esa pregunta polémica está desacertada. La mayoría de los
terapeutas con experiencia que experimentan con la psicología de la energía
llegan a la conclusión de que, en situaciones clínicas complejas, las
intervenciones con energía no sustituyen a los enfoques que les funcionaban
anteriormente, sino que más bien los hacen más eficaces al incorporar una
herramienta que no es invasiva y que supuestamente facilita precisamente el
cambio neurológico deseado, probablemente el ingrediente activo en la cura de la
fobia.
También quiero responder a la razonable sugerencia de Efran de que podría
haber compartido casos clínicos reales en lugar de experiencias con voluntarios
en talleres. He de admitir que, al seleccionar los ejemplos para este artículo
he exhibido situaciones simples y dramáticas. A continuación muestro cómo esas
mismas técnicas pueden desarrollarse en situaciones clínicas más complejas.
Traté a una señora de 45 años que había padecido una depresión moderada durante
seis meses e indicaba que se había quedado inmovilizada en su trabajo. Durante
la entrevista de admisión se manifestó que poco antes del inicio de la depresión
la habían promocionado de su función delimitada, que había realizado muy bien
durante muchos años, a un trabajo que precisaba un intercambio significativo y
discusiones frecuentes con sus colegas. Mientras que sus decisiones eran por
iniciativa propia iba bien; pero en cuanto tenía que considerar las opiniones de
los demás, se desorientaba, se quedaba bloqueada y se volvía hostil.
La entrevista reveló que el cambio en el trabajo había activado asuntos no
resueltos debidos a un aborto que tuvo a los 23 años a raíz de una relación
amorosa clandestina con el pastor de su iglesia. En realidad le entusiasmó saber
que estaba embarazada, pero dos importantes miembros del consejo abogaron por el
aborto. Tras estar bajo presión durante un mes, accedió a su pesar. Nunca se lo
perdonó y ahora, cuando alguien de autoridad la intentaba convencer para que
cambiase de opinión su reacción emocional era intensa, inadecuada y un misterio
para ella misma (hasta que examinó sus raíces históricas).
Aunque tal reconocimiento puede convertirse en un gran avance clínico, a
menudo no es suficiente como para provocar por sí mismo un cambio significativo
en un patrón emocional que está enraizado profundamente.
Compara los pasos que tendrías que tomar si usases la terapia
cognitivo-conductual con lo siguiente: A partir de este momento, se utilizó para
el tratamiento el mismo protocolo básico de “tapping” que se vio para
los casos de fobia, pero aplicado a su reconocimiento de la causa. Concretamente
nos centramos en los siguientes asuntos, sólo uno a la vez: su dolor intenso
después del aborto, su sensación de que el pastor la había traicionado, su rabia
hacia los miembros del consejo que la persuadieron para que abortase, su rabia
hacia sí misma por haberse dejado influenciar, su aflicción por el bebé que
perdió, su desconfianza hacia quien tratase de influenciarla, su falta de
confianza y eficacia en el trabajo y sus dificultades para dar respuesta a las
opiniones de sus colegas. A lo largo de cinco sesiones cada uno de los asuntos
anteriores pasó de un grado de angustia de “7” o más a “0” con la misma rapidez
y contundencia con que se “neutralizaron” las tres fobias de los ejemplos
anteriores. En cada asunto fue capaz de imaginar vívidamente la situación sin
sentir ninguna angustia tras aplicar el protocolo de tapping entre 8 y
30 minutos.
En el transcurso, su capacidad para colaborar con sus colegas mejoró
dramáticamente, comenzó a prosperar en su nueva posición y su depresión se
despejó. Hay casos parecidos de cientos de terapeutas de confianza en la
bibliografía o en Internet y ese muestreo es un reflejo de un acopio de
experiencia clínica mucho más amplio. Cualquier método que parezca que cambie
los soportes somáticos de los traumas no resueltos y los patrones emocionales
desestructurados con rapidez y sin ser invasivos, ciertamente supone un
desarrollo significativo que vale la pena tomar en consideración.
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