martes, 25 de junio de 2013

SABER ESCUCHAR, SABER HABLAR. Àlex Rovira.


El otro día viví de nuevo el placer de asistir a una conferencia de Manuel Campo Vidal. Amigo experto, amable y lúcido con quien he tenido el placer de coincidir en más de una ocasión. Manuel habla con claridad, con gran pedagogía. Su maestría es el arte de comunicar. Es una buena persona, y un excelente profesional.
De su exposición me quedé con varias ideas, pero una me pareció muy interesante, por simple, poderosa y relevante. Dijo: “En España se nos enseña en la escuela a leer y a escribir, pero no se nos enseña a escuchar, ni tampoco a hablar”. Me pareció atinada esta reflexión. Lo triste es que no todos aprovechan las lecciones sobre el leer y el escribir. Pero si además no hay una habilidad en la escucha ni en el habla, la cosa se complica mucho. El arte de la oratoria, de saber exponer, y también el arte de la escucha activa, son esenciales para cualquier profesión.
Sí, saber escuchar es una maestría. Y también lo es saberse expresar. No son dones. Como todo, son habilidades que requieren un cultivo, un trabajo, una ejercitación perseverante, consciente y activa.
Si nuestros políticos, por ejemplo, supieran de verdad escuchar y hablar (no me refiero a hablar otros idiomas, el inglés, por ejemplo, que nos haría ganar enormes puntos en la diplomacia internacional, ya que es mucho más difícil la complicidad y la empatía con un intérprete de por medio) otro gallo nos cantaría y evitaríamos el desastre de la permanente falta de diálogo y confrontación entre las diferentes opciones ideológicas representadas en el Parlamento.
La palabra es el arma más poderosa, dijo Raimundo Lulio, hace muchos años, cargado de criterio y sentido común. Palabras que gestionan la realidad. Somos humanos gracias al don del uso de la palabra. Orador viene de oración, oración viene de orar. Quién habla bien, quien es un buen orador, invita al otro a orar, a conectarse consigo mismo, a escuchar también su propia voz. De ahí la importancia de saber hablar. Pero para ello, antes es esencial saber escuchar. Escuchar para hablar bien. Hablar bien para llegar al alma del otro. Nada menos. Nada más.
Gracias, Manuel, por tus lúcidas reflexiones. Bellas palabras.
Escuchemos, conversemos.
Besos y abrazos,
Álex


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